Mis zapatos de lujo by Ana Cantarero

Mis zapatos de lujo by Ana Cantarero

autor:Ana Cantarero [Cantarero, Ana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T05:00:00+00:00


18

POLVOS MÁGICOS

Nick estaba sentado en la cama componiendo una nueva canción tras el maratón sexual al que me había sometido aquella tarde. Todavía seguía con la idea absurda de que el sexo conmigo le despertaba la inspiración, así que componer ya era parte de la rutina poscoital. Con esa costumbre suya de ponerle nombre a todo —Muñequita a su moto, Nena a la guitarra, Martillo de Thor a su pene—, ahora yo había sido recién bautizada con el nombre de Polvos mágicos, gracias a mi don especial para inspirarle nuevas composiciones musicales. Ese chico estaba como una regadera.

—Polvos mágicos, ¿te apetece que salgamos con el grupo esta noche? —le escuché decir por encima de la música que emitía su guitarra.

—Si tú quieres… —respondí sin mucho interés.

Estaba tumbada en posición fetal, hipnotizada, observando cómo escribía a toda velocidad notas musicales en un cuaderno de pentagramas. Todavía me parecía sorprendente que el rock se pudiera traducir en corcheas, blancas y negras. Así de negada era yo para la música.

Nick dejó de tocar y se tumbó a mi lado.

—A mí me da igual salir de fiesta o no, pero lo digo por tu bien. —Arqueé las cejas. Yo no era animal nocturno. Al comprender mi expresión, añadió—: Es que tengo miedo de que tengas una sobredosis de orgasmos si nos quedamos otra noche en la habitación.

De mi boca se escapó un resoplido bastante poco femenino.

—¿No crees que eres un poco creidito?

—Nena, a las pruebas me remito.

Me eché a reír por el tono chulesco en el que lo dijo. Tenía razón: jamás había conducido un coche con tantos caballos ni con la cilindrada de Nick. Aquel hombre era insaciable. Un Ferrari. Podía llevarme al cielo una, dos y tres veces a toda velocidad. Gracias a él también había descubierto una faceta mía que desconocía: que me gustaba el sexo, y mucho. Nunca me había considerado una mujer muy fogosa, es cierto. Por lo general disfrutaba, pero no siempre llegaba al orgasmo. Ahora sabía a ciencia cierta que pertenecía al grupo de las mujeres multiorgásmicas, y que daba igual las veces que mantuviera relaciones sexuales durante una noche, que siempre alcanzaba el clímax. Incluso el exceso de «ejercicio físico» había cambiado mis hábitos alimentarios. Me pasaba el día picoteando, algo impensable en una chica como yo, que se había pasado toda una vida contando calorías y controlando su apetito.

—De acuerdo. Nos vendrá bien tomar un poco el aire —acepté—, pero con una condición: cuando termine el concierto me vuelvo al hotel, que tengo cosas que hacer. Luego te llamo y me dices dónde estáis.

Aquellas cosas que tenía que hacer no eran otras que la llamada de rigor a Xavier. No me atreví a decírselo explícitamente a Nick, aunque seguramente él estaba al tanto de que cada noche hablaba con mi novio; no obstante, jamás hizo un comentario al respecto.

—No hace falta que me llames. La fiesta se hará aquí, en el ático del hotel —me aclaró Nick.

—¿Y quién la ha organizado?

—Nadie. La vas a organizar tú.



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